Trastorno afectivo bipolar.
El trastorno afectivo bipolar es una enfermedad que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo. La persona que sufre trastorno bipolar pierde el control sobre su estado de ánimo y éste tiende a describir oscilaciones más o menos bruscas, que van desde la euforia patológica (manía) a la depresión, sin que éstas estén relacionadas con factores del mundo exterior. Es una enfermedad crónica, episódica y recurrente. El tratamiento imprescindible es el abordaje farmacológico, si bien se puede beneficiar de un abordaje psicoterapéutico (psicoeducación) de forma complementaria.
La causa es esencialmente biológica, y genética en su origen. El responsable de regular nuestras emociones es el sistema límbico. Las personas que padecen trastorno bipolar sufren un mal funcionamiento de este sistema límbico, con lo que el estado de ánimo sufre bruscas alteraciones sin que medie necesariamente ningún problema personal, laboral, familiar o social. Neurotransmisores como la dopamina, serotonina y aceltilcolina estarían implicados dependiendo de la fase de desestabilización anímica. Hormonas como la tiroxina, también estarían implicadas. Por tanto, la causa del trastorno bipolar es siempre biológica.
Los factores psicológicos (estrés o acontecimientos vitales negativos) pueden jugar un papel importante, pero como desencadenantes. Otros factores que pueden actuar como desencadenantes, serían el consumo de alcohol y otros tóxicos, así como el tratamiento con algunos fármacos (corticoides).
El trastorno bipolar es una enfermedad que cursa por episodios o fases. Básicamente existen dos tipos de fases: las depresivas y las maníacas, que dependiendo de la gravedad pueden catalogarse como “hipomaníacas".
La manía es una elevación patológica del estado de ánimo y/o la energía. La persona en esta fase puede presentar disminución de la necesidad de dormir, aumento de la energía, irritabilidad, hiperactividad, aumento de la sociabilidad, aumento del gasto económico (en actividades innecesarias), euforia, jovialidad, locuacidad, aumento de la velocidad del pensamiento, aumento del impulso sexual, descuido de su aspecto físico, vestimenta extravagante o llamativa, incapacidad para permanecer quieto, suele imaginar nuevos proyectos (generalmente grandiosos y absurdos) y, en los casos más graves, pueden presentar síntomas psicóticos (delirios y/o alucinaciones).
En la fase depresiva, además de un ánimo muy triste, aparece cansancio, aumento de horas de sueño (o insomnio), pérdida de ilusión por las cosas, ansiedad, apatía, desvaloración de uno mismo, pesimismo e ideas de muerte.
Se trata de una enfermedad muy frecuente. Incluyendo las formas menos graves, cerca de un 4% de la población mundial sufre algún tipo de trastorno bipolar. Es importante volver a destacar el papel del tratamiento farmacológico. La correcta toma de la medicación que recomiende el especialista, permitirá alcanzar la estabilidad psicopatológica necesaria para el desarrollo del día a día con una mayor calidad de vida.
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